El Milan de Sacchi

20.07.2013 18:44

El Milan Foot-Ball and Cricket Club se formó oficialmente el 16 de diciembre de 1899, pero la primera vez que el nombre de Milan apareció publicado fue el lunes 18, en un artículo del diario “La Gazzetta dello Sport”. El club tuvo sus primeras oficinas en la Fiaschetteria Toscana de la Vía Berchet en Milán y el Presidente Alfred Ormonde Edwards inscribió al equipo en Federación Italiana de Fútbol en enero de ese mismo año.

Así  comenzaba la historia de esta legendaria entidad deportiva que como ya hemos apuntado vivió a finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa, una época dorada. Fue una etapa inolvidable para los tifosis, en la que Silvio Berlusconi con la inestimable colaboración de Arrigo Sacchi creó un imperio futbolístico. Un imperio cimentado en el poder económico, el trabajo táctico, la raza italiana, la inteligencia de Franco Baresi, y la calidad de tres holandeses llamados: Rijkaard, Gullit y Van Basten, tres futbolistas de la escuela del Ajax que habían recibido el legado dejado por Johan Cruyff. Junto a ellos fueron incorporándose al equipo Galli de la Fiorentina, Donadoni de la Cremonese, Colombo del Avellino, Ancelotti de la Roma, Virdis de la Juve, Evani de la Sampdoria, Tassotti y dos chavales de la cantera que subieron al primer equipo, un joven lateral izquierdo llamado, Paolo Maldini y un central de nombre Alessandro Costacurta.

En definitiva un equipo de leyenda que dominó con autoridad el fútbol italiano y europeo y dio una magistral lección de fútbol, orden táctico y competitividad.

Silvio Berlusconi

No cabe duda que el primer personaje de esta dorada época de la historia del Milan es Silvio Bersulconi, un poderoso empresario milanés que se hizo cargo del Milan en uno de los momentos más delicados de su historia. El Milan representó en aquella época el claro ejemplo de lo efímero que es todo en el fútbol, tanto en lo positivo como en lo negativo. Por eso el fútbol es distinto, lo que hoy es negro con recursos, aciertos y buena gestión, mañana puede ser blanco y viceversa. Y es que el Milan pasó de una debacle económica y moral, que lo tuvo inclusive en la Serie B tras un escándalo de corrupción en las apuestas deportivas, a celebrar el primer título de la etapa dorada en la temporada 1988-89, con el por entonces desconocido DT Arrigo Sacchi.

Arrigo Sacchi, el hombre que tuvo la valentía de cambiar el concepto clásico del Calcio

El fútbol en Italia es “Catenaccio” y contragolpe, una idea respetable y que a ellos les ha dado resultado, por ello cuando llegó Sacchi con sus ideas, muchos en su país se echaron las manos a la cabeza. Todo hasta que ensambló la maquinaria perfecta que engranó en Milán. Y es que por entonces este joven técnico había despuntado con sus ideas en el Parma, Arrigo había reunido en su manual todo lo que había aprendido en su país y en sus viajes por el Viejo Continente. Así logró captar la atención de Silvio Berlusconi, que apostó por él y tomó la decisión que colocaría al Milan en la cima del fútbol europeo y Mundial.

Para comprender un poco mejor la base del éxito de este legendario conjunto dirigido por Sacchi debemos de partir de la base de que todos los movimientos defensivos de un equipo parten del entrenamiento sistemático y la búsqueda de la perfección en la coordinación entre líneas. Arrigo en este punto era un maestro y tenía sobre el terreno de juego a un hombre como Baresi, que tenía en su cabeza todo el manual táctico de su entrenador, y lo que es aún más difícil, era capaz de expresarlo con exactitud matemática sobre el terreno de juego. Sacchi tiraba el achique de manera sistemática para facilitar la recuperación rápida de balón. Franco Baresi era el prototipo perfecto de “Uomo Scopa” (Hombre Escoba), aquel que se desenvuelve un paso atrás de la línea de cuatro que compone y manda, desde donde “barre” o “limpia” la zona o los huecos dejados por sus compañeros. Desde esa posición colocaba a todo su equipo, mandaba la línea para adelante o la replegaba en función de la distancia del jugador más cercano a la pelota. Mandaba, gritaba, corregía… su misión era que el equipo no perdiera el orden y siempre estuviera en superioridad, estuviera donde estuviera la pelota. Con estas premisas se forjó un equipo que hacía un perfecto ejercicio defensivo a nivel colectivo y que convirtieron la trampa del fuera de juego en un arte.

Defensa zonal sinfónica

Para los neófitos debemos aclarar que una defensa zonal consiste en la marca al hombre pero siempre teniendo como referencia el balón, con ello se consigue una distribución equilibrada de los espacios. Un sistema defensivo exitoso es aquel en el cual todos los jugadores están cerca del balón y no tienen que hacer desplazamientos de más de 20 metros.

El “Milan de Sacchi” llegó al límite de realizar un marcaje zonal sinfónico, en el cual todos los jugadores estaban cerca del balón y no tenían que hacer desplazamientos más allá de los 20 metros. Llegaron a tal punto de que los delanteros rivales estaban más preocupados de la astucia de los defensas que tenían enfrente que de su propia calidad.

Arrigo Sacchi puso en práctica la asfixiante presión llevada al punto máximo y le dio los galones,  como ya hemos apuntado con anterioridad, a Franco Baresi, para que este tirara el fuera de juego y dejara en evidencia a los sistemas tácticos de sus rivales. Del resto se encargaron los Gullit, Marco Van Basten y compañía.

Un equipo legendario

Con la majestuosa dirección defensiva de Franco Baresi, que colocaba su defensa casi en la línea de medios y ejercía de “Uomo Scopa” (Hombre Escoba), la eficiencia de Costacurta en la marca, la condición de mejor lateral diestro del mundo de Maldini, la dureza y eficiencia de Tasotti en el lateral diestro, la inteligencia y potencia de un mediocentro como Frank Rijkaard, que componía una tripleta de medioscentros (junto con Ancelotti y Colombo) que construía y a su vez destruía todo atisbo de creatividad del equipo contrario, la calidad de Donadoni por banda, la potente actuación ofensiva de un ‘todocampista’ como Gullit y la genialidad de Marco Van Basten, el Milan deslumbró a Europa. Y eso que sus inicios fueron titubeantes, puesto que para llegar a ese perfecto engranaje tuvieron que trabajar mucho.

Orden, mucho trabajo y la genialidad de Marco

Al verles jugar parecían funcionar como un reloj y es que en aquel conjunto todo estaba estudiado. Vivían en Millanelo, y se dice que entrenaban ocho horas al día, cuatro con balón y otras cuatro sin él. La improvisación se dejaba para futbolistas de la talla de Van Basten. Al que como he podido leer en un magnífico artículo de Santiago Segurola (del que reproducimos un fragmento del mismo), Sacchi también tenía ‘controlado’ tácticamente:

“La obsesión de Sacchi le ocupaba todos los minutos del día. Un día se acercó a Van Basten mientras el jugador almorzaba. Quería precisar un detalle del juego, un problema menor que a Sacchi le parecía inaplazable. Van Basten no aguantó más. Se giró y miró a Sacchi.

-“Mientras como, no”, contestó.

Podríamos detenernos uno por uno en cada uno de los futbolistas de aquel equipo y aunque la figura de Baresi (de la que ya hemos hablado) fue esencial en la construcción de aquel entramado táctico, no puedo resistirme e escribir unas líneas sobre Marco Van Basten, el crack de aquel equipo, un jugador de leyenda, un delantero sublime. Para mí Marco sigue siendo el mejor jugador holandés de la historia tras Cruyff. Un futbolista que destacó por su elegancia y calidad, un delantero centro atípico, ambidiestro, con una depurada técnica, la cabeza levantada y una gran visión de juego. A pesar de ser un delantero distinto a los demás era un buen rematador de cabeza y era capaz de marcar goles espectaculares, de todos tipos de estilo y factura. En definitiva de esos tres extraordinarios holandeses que llegaron a Milan, Rikjaard, Gullit y Van Basten, Marco fue el que le dio al equipo ese plus de genialidad solo al alcance de los más grandes.

El equipo tipo del técnico Arrigo Sacchi fue el siguiente: Galli, Tassotti, Baresi, Costacurta, Maldini, Colombo, Rijkaard, Ancelotti, Donadoni, Gullit y Van Basten.

Un equipo que dejó como momentos únicos una incontestable goleada a otro extraordinario conjunto, el Real Madrid de la “Quinta del Buitre”, al que venció en 1989 por 5-0 en las semifinales de la Copa de Europa, y luego en la final aplastó al Steaua de los Lacatus, Hagi, Petrescu, Balint… con un incontestable 4-0 y sendos dobletes de Gullit y Van Basten. Y al año siguiente, sumó otro título de la Copa de Europa al vencer 1-0 al Benfica en la final con gol de Frank Rijkaard.

En definitiva un periodo de reinado en el que conquistó un Scudetto, dos Copas de Europa, dos Copas Intercontinentales, dos Supercopas de Europa y una Supercopa de Italia.

Todo hasta 1991 cuando dejó el Milan para emprender una nueva aventura como seleccionador italiano. Tras él llegó  Capello (mucho más conservador) con el que el Milan también logró grandes éxitos con la base del equipo formado por Arrigo, un entrenador que revolucionó el fútbol italiano y demostró que a través de la zona se podía llegar al éxito.